COMENTARIOS PARA LECTORES OCASIONALES

Inauguré este sitio con 5 artículos que ya tenía escritos, entre 2003 y 2005. Algunos analizaban un momento particluar y pueden sonar desactualizados, pero en la mayoría de los casos son hechos cuyos efectos perduran.
A partir de ahí voy subiendo mis comentarios que considero más interesantes para el público interesado en temas políticos. En general tratan temas de política internacional, de Argentina y Latinoamérica. Muy rara vez escribo sobre la política local de mi provincia, Tucumán.
Espero que disfruten del blog.

martes, 30 de octubre de 2007

ELECCIONES PRESIDENCIALES 2003

¿Fin del Bipartidismo?
Posibilidad de un espectro político más definido

27 de Abril de 2003
Publicado en la Revista On-Line LA EDICION

ELECCIONES 2003
Los dos grandes partidos que animaron el escenario político argentino durante el siglo XX, el Justicialismo y la UCR, nacieron a partir de movimientos populares, pero finalizando el siglo, ninguno de los dos conservaban ni el espíritu ni la capacidad de seducción de sus comienzos. Además, al transformarse en aparatosas estructuras, fueron incorporando todo tipo de dirigentes, punteros, referentes, etc., que poco y nada tenían que ver con ideología alguna. Vacíos de contenido, fueron incapaces de ejercer control político sobre lo que sucedía en el país, ni como oposición ni como oficialismo. Este inmovilismo intelectual permitió que los ministerios de economía de sus respectivos gobiernos quedaran en manos de personas vinculadas a los bancos acreedores y grupos de poder, quienes aplicaron impunemente políticas que abiertamente lesionaron los intereses colectivos. El pueblo observaba cómo se regalaban los bienes del estado, es decir, del conjunto de los ciudadanos, logrados gracias a años de sacrificios, llámese déficit fiscal, inflación, aportes jubilatorios o buenas cosechas.
El pueblo, o conjunto de la sociedad, recurre a sus dirigentes para que arbitren, lo representen y defiendan frente a otros poderes: económicos, políticos, sectarios o países hostiles, entre otros. Si ve que esos dirigentes, a quienes confió esa tarea, terminan asociándose con estos grupos para hacer grandes negocios en contra del interés común, termina sintiéndose traicionado. Principalmente, porque esos dirigentes prometieron, en su campaña electoral y al jurar el cargo, defender el bien común, entre otras cosas.
Después, la clase política se abroquela para calificar de absurda la consigna “que se vayan todos”, que no es más que una reacción totalmente lógica al comportamiento descrito.
La desastrosa administración de Fernando de la Rúa llevó a la muerte súbita a la UCR, después de una sesión de pulmotor que significó la alianza con el Frepaso en 1997, ya que venía desahuciado luego de un lejano tercer puesto en las elecciones de 1995. La desenchufada de máquina que significó la renuncia de Chacho Álvarez dejó al tradicional partido sin oxígeno político, teniendo en cuenta que el triunfo del ’99 fue gracias a los votos progresistas que pudo traccionar el profesor de historia, más que por la capacidad de seducción del catatónico abogado constitucionalista.
De la centrifugación de figuras rescatables que significó la patética gestión delarruista aparecieron los actuales partidos ARI y Recrear, y la UCR original quedó conformada por la sedimentación de los elementos más pesados y sin capacidad ni coraje para el cambio, necesitados de comités y estructuras partidarias vetustas. Así les fue.
La gran superación en calidad que esto significó para el espectro político es que estos dos nuevos movimientos representan ideas mucho más definidas que la UCR original, donde convivían personajes con los cuales se podía conformar el arco iris completo. La gente percibe con bastante claridad que Elisa Carrió y López Murphy representan ideas políticas muy distintas, casi opuestas. Poder optar por alguna de ellas en una elección es infinitamente más explícito como mensaje del pueblo a sus dirigentes, que votar por un partido donde ambos personajes conviven.
El Justicialismo, desde su propio alumbramiento, fue integrado por gente proveniente de las más variadas corrientes ideológicas, acomodadas bajo ese inmenso e indefinido paraguas que el fundador bautizó “tercera posición”, como respuesta a la polarización que intentaba exigir la guerra fría. En vida de Perón, estas tensiones contrapuestas fueron contenidas por su férrea conducción, y la sociedad estaba de acuerdo o en desacuerdo, generándose pasiones tanto a favor como en contra del peronismo como conjunto. Sin embargo, pocas semanas antes de su muerte, esas divisiones internas se hicieron intolerables y evidentes cuando el propio Perón expulsó a los Montoneros de la Plaza de Mayo, pasando esta agrupación a la clandestinidad. La capacidad operativa del grupo de izquierda fue muy útil para hacer insostenible la proscripción del general durante sus célebres 18 años de exilio, pero una vez recuperado el poder, pudo desautorizarlos como corriente interna, incuestionablemente influenciado por los sectores de extrema derecha, que en ese momento habían copado su entorno.
El justicialismo post-Perón se caracterizó por las pujas salvajes por controlar el partido, el vehículo más aceitado para llegar a la Casa Rosada. El triunfo de Alfonsín en 1983 fue un golpe muy duro, ya que demostró que un candidato podía ganar con el voto del electorado independiente. El voto cautivo no es suficiente para ganar elecciones: es necesario mandar mensajes muy claros al conjunto de la sociedad. Los 90 demostrarían que partidos tan abarcativos como estos no están en condiciones de satisfacer aceptablemente las expectativas de un electorado tan multiforme.
La eterna lucha interna del justicialismo persiste todavía, y los actuales pesos pesados Menem y Duhalde está enfrentados a muerte desde hace mucho. Esto ha llevado al peronismo a presentarse dividido, por primera vez en su historia, a una elección presidencial. La posibilidad de optar por Nestor Kirchner, Carlos Menem o Adolfo Rodríguez Saa le brindó por primera vez al electorado elegir entre perfiles políticos muy diferentes, a pesar de provenir de un mismo partido. Al igual que lo comentado sobre el radicalismo, esta refracción de la luz peronista en sus colores elementales, permite al pueblo enviar un mensaje mucho más específico sobre lo que espera de sus dirigentes a la hora de gobernar. En este momento es difícil imaginar cómo estas corrientes internas, que se presentaron por separado, puedan confluir de nuevo en un único partido y, a decir verdad, lo más saludable sería que no lo hagan. De esta manera, la institucionalidad política habrá dado un salto cualitativo importante y los dos partidos tradicionales del siglo XX, que se volvieron amorfos, dejarían su lugar a movimientos nuevos, mejor definidos políticamente y más atractivos para el multifacético electorado. Prueba de esto ha sido la elevadísima concurrencia de votantes y el mínimo porcentaje de votos en blanco. Sólo el tiempo nos dirá si esto se concreta o es simplemente un espejismo de la coyuntura actual.

Luis Corvalán

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